Opinión

El coronavirus y los riesgos invisibles: Ángel Dorrego

El coronavirus y los riesgos invisibles

Ángel Dorrego.- La semana pasada, la Organización Mundial de la Salud (OMS), adscrita a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hizo efectiva la declaratoria de emergencia por la presencia de la potencial pandemia del coronavirus, el cual tiene la capacidad de generar neumonía en las personas contagiadas, y que apareció en la hoy aislada ciudad de Wuhan, en la híper poblada China. Esto pone a las autoridades sanitarias del mundo en vigilancia especial para que se evite que el contagio del virus devenga en una posible epidemia que, además de poner en riesgo lo que serían hasta el momento incontables vidas, colapsaría los sistemas de salubridad de cualquier país, incapaz de atender la cantidad de ciudadanos que podrían resultar contagiados.

Es la sexta vez en la historia que se hace una declaratoria de estas características, y es lo más responsable por parte de las autoridades internacionales operar según los protocolos establecidos para cuando esta clase de riesgos se convierten en amenazas. A esta clase de riesgos les llamo invisibles debido a que, al no estar latentes en la vida cotidiana de las personas y de los estados a los que pertenecen, suelen tener poca atención en la política de prevención propia de la seguridad humana. Pongamos el caso mexicano para ejemplificar lo que le pasa a la mayor parte de las naciones: en nuestro país, tenemos, muy para nuestra desgracia, amenazas directas a la seguridad y riesgos latentes, ya que tenemos un problema de delincuencia organizada en plena actividad que nos tienen con cifras de fallecidos superiores a las de la mayor parte de las guerras civiles activas en este momento. Y muchas veces no nos alcanzan ni los recursos humanos ni financieros para paliar este flagelo. Y después de eso, los riesgos más evidentes que tenemos en lo que nosotros llamamos protección civil se encuentran en los fenómenos hidrometeorológicos, como los huracanes; o geológicos, como los sismos. Pedir para más resulta una extravagancia en ese escenario.

Y es que los riesgos para la población que no tengan un origen antropomórfico suelen ser soslayados ante la inevitable crueldad humana, capaz de asesinar a su propia especie por asuntos de organización de los recursos de las sociedades. Son riesgos visibles y palpables, ya que son portados por personas que hablan y respiran, y pueden vivir entre nosotros. Tal vez es por esto que los riesgos que coexisten silenciosamente en nuestro ambiente terminan por ser ignorados, incluso cuando han probado ser más dañinos y mortíferos que los primeros. Por ejemplo, el atentado terrorista más grande que ha existido fue el del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos. Lo más icónico de este caso es el derribo de las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York, ya que además de desaparecer uno de los símbolos de la urbe más famosa del mundo y capital financiera de la primera potencia mundial, también se llevaron de paso un poco menos que 3,000 vidas humanas. Por otra parte, el sismo y posterior tsunami del 26 de diciembre de 2004 en el mar del sur asiático dejó un aproximado de 200,000 personas muertas sólo en Indonesia, el principal afectado, además de arrasar con la infraestructura y bienes materiales de la zona costera. Sin embargo, el terrorismo sigue recibiendo más atención y recursos que sistemas de prevención y alerta de fenómenos catastróficos con origen en la naturaleza.

Aunque ha habido voces que se han levantado para incluir este tema en la agenda. El célebre gurú informático y millonario reconocido, Bill Gates, ya había advertido hace menos de cinco años que la mayor amenaza que podría sufrir nuestra especie en cuanto a cantidad de muertes era la de una pandemia, la cual definiremos de forma muy sencilla como una epidemia que tiene alcances globales. Sobre todo si consideramos que estas pandemias aparecen como enfermedades para las que momentáneamente no se tiene ni tratamiento ni cura, y que se tienen que llevar a cabo políticas con la siempre difícil cooperación internacional con el fin de que los esfuerzos de unos no resulten inútiles gracias a los demás. Y si se estudian las agendas de seguridad de los distintos estados del mundo, nos encontraremos con que los que toman a las pandemias como parte de su esquematización de amenazas son los países más ricos de Europa y su primo Canadá. Las demás se encuentran imbuidas en los temas tradicionales como terrorismo, crimen organizado, extremismo, sabotaje y espionaje. O sea, los temas que son latentes porque se vuelven visibles gracias a la voluntad humana, mientras que los más peligrosos riesgos invisibles pasan de noche hasta que se activa una alerta para la que estamos medianamente listos, y eso sólo gracias a que hay organismos internacionales que se hacen cargo con la seriedad necesaria.

¿Cuál es la situación de México ante estas amenazas? Nuestro país cuenta con una organización institucional clásica del siglo XX para estos efectos. Cuenta con fuerzas de seguridad pública para combatir el crimen, con fuerzas armadas especializadas en defensa nacional además de las fuerzas de inteligencia propias de la seguridad nacional. Para todo lo demás tiene a protección civil, que va desde los riesgos por fenómenos de la naturaleza, pasando por antropogénicos como una explosión por químicos o una multitud desbordada, para llegar hasta la caída de un meteorito. Esto último no es broma, cabe aclarar. Y para todo esto tiene que tratar de coordinar a todas las instituciones de la administración pública, ya que, como tal, no cuenta con fuerzas propias. Por ejemplo, en este caso del coronavirus, el cual es un riesgo biológico-sanitario, quien lleva la operación real es todo el andamiaje institucional del sistema de salud. Es por esto que se propone siempre en toda reunión relacionada con protección civil que se invierta en prevención, aunque rara vez se cumpla, debido a que la clase política no ve réditos en gastar recursos en algo que, si sale bien, no pasará nada, quedándose sin eventos que aumenten la popularidad del funcionario en turno. Por eso sepa usted, en caso de que tenga el infortunio de verse en una emergencia de protección civil, que el político que viene con capa de héroe a regalarle una cobijita es en realidad el culpable de la situación por no haber querido lidiar con los riesgos invisibles.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

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