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López Obrador no entiende a Mandela: Ángel Dorrego

López Obrador no entiende a Mandela

Por Ángel Dorrego.- El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se ha visto sumamente cuestionado últimamente por lo que parece ser un fracaso rotundo de su política de seguridad, sobre todo después del fallido operativo de captura a Ovidio Guzmán en Culiacán, donde las fuerzas federales fueron derrotadas y el grupo criminal del indiciado logró liberarlo; además del reciente atentado que sufrieron miembros de la familia mormona LeBarón, en el cual se asesinó a tres mujeres y seis menores de edad, incluyendo un par de bebés. López Obrador, por su parte, insiste en que no cambiará su política de seguridad, ya que no piensa provocar enfrentamientos con el crimen organizado como lo hicieron sus antecesores, sino que busca lograr que el país encuentre la calma por medio de vías pacíficas, que va a hacer que los jóvenes tengan oportunidades y así no engrosen las filas de las organizaciones criminales, así como dedicarse a la prevención de adicciones. En más de una ocasión ha mencionado que el cambio que pretende la auto denominada cuarta transformación será pacífico, y ha dado ejemplos de cómo lo lograron por este método personajes como Ghandi o Mandela.

Sin embargo, si busca imitar las acciones de Nelson Mandela, líder sudafricano que, después de pasar 27 años en la cárcel por su lucha de sabotaje en contra del apartheid (régimen político impuesto en el país africano en el cual se legalizaba el racismo por la vía de la supresión de derechos de los ciudadanos de color) logró ser presidente de su nación y consiguió la reconciliación de un estado dividido por el color de la piel, va por un camino completamente erróneo. Lo que está haciendo no coincide con el ideario político de uno de los mejores líderes políticos del siglo XX, sino que en ocasiones va francamente en contra de los postulados del respetado Madiba.

En primer lugar, el diagnóstico acerca de qué es lo que hay que pacificar de López Obrador es erróneo. Mandela logró hacerse de la presidencia de un una Sudáfrica abiertamente dividida entre la minoría blanca privilegiada por el estado y la mayoría negra hundida en la marginalidad y la pobreza, situación que duró más de 40 años. Durante éstos la agitación política y la violencia asociada a la represión gubernamental y la insurgencia opositora tuvieron episodios desde desestabilizadores hasta sangrientos. El mismo Mandela hizo actos de sabotaje y fue juzgado por el gobierno por el delito de traición al tratar de derrocar al racista gobierno, que lo condenó a cadena perpetua. La división en Sudáfrica era por motivos raciales. En cambio, México está metido en una espiral de violencia provocada por el intento de los gobiernos a partir de la administración de Felipe Calderón de hacer una “guerra” a los cárteles de narcotraficantes. Y parece que vamos perdiendo por goleada. Así que López Obrador quiere lograr una pacificación, aunque durante el gobierno del ex panista lo criticó explícitamente por denominar guerra a su improductiva ofensiva contra el crimen organizado. Pero bueno, quiere pacificar una guerra que él decía que no era guerra, así como defiende el acuerdo comercial con nuestros vecinos de Norteamérica, máxima obra política de Carlos Salinas de Gortari, a quien se niega hasta decirle por su nombre. Pero, en resumen, es distinto el escenario de un conflicto civil interno por motivo de derechos políticos que el desbordamiento de un problema de seguridad pública debido a la incapacidad de una cadena de administraciones gubernamentales agudizado por corrupción endémica de varias autoridades. Así que la solución no puede ser la misma.
Mandela entendió muy bien qué era lo que tenía que unir y qué no podía tolerarse más. Así que decidió buscar la reconciliación desde el gobierno. Tendió la mano a las fuerzas políticas que representaban a los blancos. Tanto así que su primer vicepresidente fue el anterior presidente, Frederik Willem de Klerk, junto con el cual ganó el premio Nobel de la Paz a pesar de la tensa y cambiante relación que siempre tuvieron. Además, incluyó más representantes de las fuerzas políticas que le eran contrarias en su gabinete y respetó las plazas de los trabajadores blancos en la administración pública. López Obrador ha sido un duro crítico de las fuerzas políticas que no lo apoyan, a las que constantemente culpa de los problemas que no puede resolver, tildándolos con apodos y membretes en cada ocasión que cuestionan sus acciones de gobierno. De hecho, en muchas ocasiones omite responder la crítica descalificando a sus adversarios, diciendo que les falta calidad moral para criticarlo después de lo que han hecho con el país, tanto que ya casi institucionaliza decirle “conservador” o “fifí” a cualquier persona, institución o idea que lo contradiga. Mandela buscó unir a pesar del pasado, López Obrador busca unir a partir de sí mismo.

Y no es que Mandela hubiese estado libre de críticas. Si bien en el mundo se forjó una figura muy atractiva del hombre que pasó 27 años de su vida en la cárcel por tratar de derrocar un régimen abiertamente racista, muchos de ellos con privaciones y sometido a trabajos forzados; en Sudáfrica su presidencia se veía cuestionada por sus compañeros de partido y la oposición. Los primeros no estaban del todo contentos con que hiciera tantas cosas para congraciarse con los blancos, pero Mandela entendía que no iba a haber un país viable mientras existiera permanente división y encono. Aunado a esto, sabía que un éxodo de población blanca y educada dejaría al país sin capital y sin viabilidad para la inversión extranjera, sumamente necesaria para reactivar la economía en pro del bienestar de la población de color. Y eso que era socialista, tanto que se hizo amigo por mutua admiración de Fidel Castro. Mientras tanto, sus opositores reclamaban que un ex terrorista de corte socialista estuviera al mando. Mandela los criticó, claro. Por dedicar demasiado de su prensa a la nota roja y no a la vida política del país. Sabía que tildándolos de trabajar para fuerzas espurias con ansias por derrotar a un gobierno democrático no lo llevaría al camino de la reconciliación, indispensable para la paz.

Mandela conocía su reto: unir a los ciudadanos de Sudáfrica en una sociedad heterogénea que se reconciliaba a pesar del pasado. Así unió en una naciente democracia a africanos de distinto color de piel. Su misión era la unión y su enemigo las fuerzas de ambos bandos que preferían la separación. López Obrador parece que lo entiende al revés: en vez de unir a los mexicanos a través de la reconciliación de fuerzas políticas a pesar del pasado, para que tanto “chairos” como “fifís” aprendan a convivir en una sociedad democrática, y así poder estar en condiciones de juntos superar nuestros problemas de violencia criminal desbordada y enorme desigualdad económica, parece empecinado en encarcelar a funcionarios corruptos de administraciones anteriores mientras en el esfuerzo por contener al crimen organizado luce mucho más tolerante. O tal vez el Mandela que él cita era blanco, porque lo entendió todo al revés.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

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