Nacional

Nacionalismo a modo/ Ángel Dorrego

Nacionalismo a modo/ Ángel Dorrego

Durante la semana pasada, el presidente de los Estados Unidos de América (EUA), Donald Trump, tuvo a México en jaque con la amenaza de imponer nuevos e ilegales aranceles a los productos nacionales que ingresasen a su país, lo que hubiese causado mucho daño en nuestra economía y sólo algo en la del vecino del norte. Esto nos llevó, conforme nuestra conducta social reciente, a tener posturas muy lejanas en el espectro ideológico: sectores pedían el cumplimiento inmediato de las imprudentes posiciones de la potencia global con el fin de no afectar nuestra globalizada economía; mientras que por el otro lado se acusaba a los negociadores, que aceptaron bastantes cosas, de haber entregado a la patria como émulos de Antonio López de Santa Anna. Sin embargo, los mismos interlocutores que sostienen la primera de estas posiciones se manifestaban en completo desacuerdo a que los jugadores de la selección mexicana de futbol se negaran a acudir a los llamados para competir con la escuadra durante este verano, pues sus razones les parecieron insuficientes, ya que adujeron sospechosas lesiones o manifestaron que así conviene a sus intereses personales o profesionales. Y los futbolistas fueron apoyados por algunos que querían un juicio sumario al equipo negociador del gobierno mexicano que se desplazó a Washington. O sea, en ambos bandos nos encontramos posiciones chauvinistas para un caso, y de apertura global y relajamiento del nacionalismo decimonónico trasnochado para el otro.
Se podría decir que estamos comparando peras con manzanas con estos dos casos. Es cierto. Y no se puede comparar peras con manzanas. Eso es falso, como la mayor parte de las frases prefabricadas. Se puede comparar a las dos siempre y cuando nuestro universo sea de frutas o comestibles. Y en este caso estamos hablando de los principios que identifican a nuestro nacionalismo como parte de nuestra identidad. Ahora, si todavía no le convence esta comparación, se vale tomar cualquier caso donde el que hoy vilipendia el acuerdo de la semana anterior, ha defendido otros más invasivos en el pasado, y viceversa. Los ejemplos sobran. Pero creo que vale la pena con el fin de tener menos discusiones interminables como las que hemos tenido durante todo este siglo, en que cualquier trato o circunstancia medianamente ríspido de nuestro país con alguno de sus pares termina con una oda al patriotismo por parte de los que apoyan al gobierno en turno, a la vez que se les acusa de traidores a la nación en la trinchera de quienes en ese momento se encuentren representando a la oposición.
Tenemos que empezar a definir y luego redefinir (porque es un proceso continuo) lo que somos como mexicanos, lo que significamos como nación y el lugar que ocupamos en la historia mundial de la actualidad, así como de lo que esperamos para el futuro. Ir más allá de que el tequila, nuestra gastronomía y la música de mariachi, estupendas aportaciones culturales, nos definan como integrantes de una nación. Simplemente no alcanza con ello. Deberíamos buscar en nuestra extraordinaria hospitalidad, nuestra capacidad de empatizar con el que tiene una desgracia y con la solidaridad espontánea que demostramos cuando las circunstancias nos rebasan. Y de ahí apuntar hacia adelante.
¿Somos un pueblo que cree férreamente en el orgullo mexicano y que está dispuesto a cualquier sacrificio con tal de que el fin último sea el progreso de la nación? ¿O tal vez somos una nación que busca ser relevante en el escenario global por medio del apuntalamiento estratégico de nuestra posición al buscar aliados dentro de nuestra ubicación geopolítica en la economía global? ¿Quizá una potencia media que busca compartir con el mundo su riqueza cultural a la vez que extiende sus horizontes aprovechando la ola global de información? Las preguntas de este estilo son infinitas. Podemos empezar con que cada grupo, sector o partido defina cuál es su visión de lo que se puede y no se puede ceder en soberanía ante el mundo contra la necesaria integración económica y tecnológica que estamos viviendo. Y que la apliquen coherentemente en la conformación de cada caso, para que luego no llegue cada quien con nacionalismos a modo para defender únicamente su parcela.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

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