Opinión

Rosario para la 4T, piedra para los derechos humanos: Ángel Dorrego

Rosario para la 4T, piedra para los derechos humanos

Por Ángel Dorrego.- Después de toda una serie de jaloneos políticos dignos de un estado nación sin solidez institucional, el Senado de la República finalmente nombró a Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), sin importar que, hasta antes de su nombramiento, era militante del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Casualmente es el instituto político que actualmente detenta el poder ejecutivo federal, así como las mayorías en las cámaras del Congreso de la Unión. Esto, a cualquier observador ajeno a las constantes discusiones intrascendentes e interminables que se cocinan en la clase política mexicana, le parecería digno de sospecha, por la sencilla razón de que se le está encargando la vigilancia de las garantías de los ciudadanos ante el abuso del poder a alguien que tiene plena afinidad con el gobierno en turno. Pero estamos en la época de la post verdad, donde parece que todo es lo que alguien cree aunque se lo hayan hecho creer porque hay otros que también lo creen.

Y es que la vida pública actualmente se encuentra dominada por aquellos que enredan, no por los que buscan deshacer la madeja. Este caso es un ejemplo que podría quedar plasmado en los libros del futuro para explicar cómo algo que es muy sencillo, entendible, institucionalmente razonado, experimentado en la praxis y apoyado en las leyes se vuelve nebuloso ante los intereses políticos y las masas críticas que sólo lo son de sus adversarios, aunque los traten como enemigos. Y es que la explicación de lo que es incorrecto en el cuadro de cómo se nombró a la defensora de los derechos humanos en nuestro país es muy sencilla: la persona a la que le toca investigar y señalar los abusos a los derechos humanos por parte del gobierno es abiertamente afín con el mismo. O sea, en teoría le tocaría combatir los abusos de sus compañeros de visión política. Pero no se tardó ni horas en mostrar que entiende lo que ellos entienden, ve las cosas como ellos las ven y es incapaz de ver cualquier falta en sus compañeros de partido.

A Rosario Piedra no le falta ni conocimiento ni experiencia en el área. La desaparición forzada de la que fue víctima su hermano durante la llamada “guerra sucia” iniciada en la presidencia de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) convirtió a su madre en una de las más tenaces figuras en la protesta en contra de gobiernos capaces de operar en la ilegal clandestinidad para aplastar a sus opositores. Ella ha vivido muchos años en la misma protesta en contra de que las figuras de autoridad abusen de sus funciones para utilizar espionaje ilegal, persecución política, manipulación judicial o grupos paramilitares para denostar los derechos de terceros con el fin de ejercer sus abusos de autoridad sin interferencias. Durante todos esos años en que las administraciones federales fueron ejercidas por dirigentes emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI) o el Partido Acción Nacional (PAN) fue una de las voces que señaló las prácticas todavía operantes dentro de los sótanos de la vida política y que los gobiernos en turno parecían no querer dejar atrás.

Pero desde que Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia, su discurso cambió a favor del líder del partido en el que, haciendo uso de sus derechos políticos, militaba. Y el presidente propuso a Rosario Piedra para encabezar la CNDH. Y sus compañeros de partido que fungen como legisladores la aprobaron, en una votación que es ocioso determinar si fue fraudulenta. Con el simple hecho de ser militante del partido en el ejercicio del poder hasta horas antes de que se le tomara protesta debería ser más que suficiente, en una república que se precie de ser tal, para determinar la falta de idoneidad de la persona con el perfil que se busca para la ejecución del cargo. Tan pronto como lo tuvo, comenzaron los desatinos: primero negar los asesinatos de los que han sido víctimas periodistas en este año, para después tratar de aclarar en entrevista radiofónica con Carlos Loret de Mola, donde agregó que el presidente no ha estigmatizado al periodismo, se inventó un hackeo a sus redes sociales y tardó muchísimo en contestar si le corregiría la plana al presidente.

Los que tenemos cierta edad hemos visto lo duro y trabajoso que ha sido el camino para que los derechos humanos se tomen en cuenta como parte de la vida institucional de nuestro país. Desde las primeras denuncias del activismo político hacia los abusos que los gobiernos en turno negaban de forma permanente a la creación de la CNDH en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Aunque esto, probablemente, haya sido con fines de mostrar un rostro democrático del país ante el ingreso al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE). Nótese la paradoja de que Salinas haya permitido la creación de una comisión independiente al gobierno en determinación de los abusos a los derechos humanos, y sea López Obrador quien la coopte a favor del mandato en turno. Después de la creación de la CNDH, todavía hubo muchos años en que sus recomendaciones sencillamente no eran tomadas en cuenta, se les ocultaba información o se dificultaba su trabajo para defender la degradación de las personas en favor de supuestas razones de estado. Un camino largo sin duda, y que claramente no alcanza su trayectoria todavía.

Lo que tendrán que determinar los especialistas en el tema es que tan profundo será el impacto para la institucionalización de los derechos humanos en nuestro país. Hay quien dice que nos encontramos ante la muerte de un proyecto que tardó muchos años en empezar a funcionar de manera correcta, aunque no fuera así en todas las ocasiones. Pero ya funcionaba. Por otra parte, otros se decantan por decir que sólo es un paso atrás y que será posible recuperar la institución y sus verdaderas funciones con el tiempo, aunque esto nos haga retroceder varios años de lucha, tiempo y esfuerzo. O quizá son sólo estos tiempos de post verdad, donde la democracia es lo que diga el pueblo y no un sistema de representación y alternancia de fuerzas políticas que representan a la sociedad, el desarrollo es una percepción y no la mejora material de la vida de las personas, y los derechos humanos no son el resguardo de todo lo que se considera inalienable para la protección de la gente, sino la defensa de aquellos que entiendan correctamente al presidente, que tiene un rosario de piedra para protegerlo de que lo acusen.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

Foto Rosario Piedra toma protesta Gaceta Mx