Dos Bocas: el papel del Estado en la economía/ Ángel Dorrego
Dos Bocas: el papel del Estado en la economía. Opinión de Ángel Dorrego
Como parte de sus proyectos de gobierno, el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, había anunciado que se construiría una refinería en Dos Bocas, en el municipio de Paraíso, en su natal Tabasco; con el fin de reducir la dependencia del país en cuanto a la compra de productos derivados del petróleo, materia prima de la cual somos productores. Inicialmente dijo que llamaría a cuatro empresas especializadas en la construcción de este tipo de instalaciones para evitar la corrupción en las licitaciones de gobiernos anteriores. El reto era armar un proyecto con un tope de 8,000 millones de dólares y que estuviera listo en 3 años. Las constructoras dijeron que eran necesarios 8 años y, por lo menos, 14,000 millones; por lo que el gobierno declaró la licitación desierta y el presidente dijo que entonces lo realizarían Petróleos Mexicanos (Pemex), el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) y la Secretaría de Energía (Sener). Sin embargo, el martes, la titular de la Secretaría, Rocío Nahle, dijo en entrevista que en realidad actuarían como gestores de proyecto y que abrirían licitaciones para las seis etapas que compondrán la construcción.
Más allá de que es claro que no existe un proyecto, sino la adaptación de un objetivo a las circunstancias del momento, es curioso que tampoco se tenga tan claro cuál va a ser el papel del Estado mexicano dentro de un proyecto de desarrollo económico. En las pasadas administraciones se eligió la economía de libre mercado, para bien o para mal, pero con claridad acerca de las reglas del juego para todos los actores económicos, aunque esta elección siempre se vio empañada por una corrupción rampante. Bien podríamos elegir que el Estado sea el rector de la economía o, en un caso más extremo, el productor en sí mismo, como se hizo en la mayoría de las economías socialistas del siglo pasado. Pero hemos preferido no hacer declaraciones tan incendiarias debido a las consecuencias que traerían para la treceava economía del mundo y un país miembro de la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE).
Me parece que hay que ver dos momentos históricos del siglo pasado para entender lo que está pasando. Durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) los trabajadores petroleros tuvieron un fuerte conflicto con las empresas extranjeras que operaban en el país y que no querían pagar mejores salarios. Es entonces que Cárdenas decide expropiar el petróleo para ser manejado por una empresa paraestatal, bajo la lógica de que si hay una actividad dentro del Estado que no pudiera ser administrada de forma satisfactoria por el sector privado, entonces debía pasarse al sector público. O sea, nacionalizar no era su intención inicial. El posible conflicto con los Estados Unidos se disipó cuando accedimos a venderles nuestro producto a ellos y no a Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Pero tan fue una buena idea que nuestro país vivió el resto del siglo mayoritariamente de su renta petrolera. Pero hay que hacer hincapié en dos cosas: los trabajadores mexicanos ya sabían cómo operar la industria petrolera cuando se dio la expropiación y, además, en ese mismo sexenio se fundó el Instituto Politécnico Nacional (IPN) para formar cuadros de ingenieros que pudieran proveer de capital humano nacional a la industrialización del país.
El segundo caso es el de la administración del presidente José López Portillo (1976-1982) que, al verse en una bonanza petrolera terminado el primer tercio de su sexenio debido al descubrimiento de yacimientos y el alza de los precios del hidrocarburo, decidió que ese sería el motor para sacar adelante a nuestra economía. Debido a una baja en la demanda y, por ende, los precios del petróleo, además de una administración notoriamente deficiente; 4 años después estábamos altamente endeudados, con el Estado en quiebra y la población sufriendo una dura crisis económica.
Por eso es una apuesta muy arriesgada basarse en el petróleo para sacar adelante nuestra economía, ya que si cuando significaba el 70% del Producto Interno Bruto (PIB) no se logró concretar el proyecto, es mucho más difícil cuando ya no alcanza para el 30%. Además, debemos considerar que la quema de combustibles fósiles ya no es una apuesta viable para la supervivencia de nuestra especie en el planeta, de hecho, deberíamos estar buscando alternativas para no depender de esta fuente de energía. Por mero instinto de conservación. Esto impacta en que el petróleo en el futuro ya no va a ser lo que fue en los años de formación política de López Obrador. Si a eso la agregamos la interdependencia entre economías que se vive actualmente, es difícil pensar que movimientos en la indefinición tan audaces como el de Cárdenas sean viables, mientras que repetir las pifias de López Portillo parece tan suicida como la primera vez. Por eso es preferible que haya planes, proyectos y estrategias para que las reglas del juego estén claras para los involucrados, y así tengamos resultados medibles del actuar de nuestro gobierno. Y aprender de la experiencia del siglo XX, no regresar a él.
Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com