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Maradona, el D10S que el futbol creó

Maradona, el D10S que el futbol creó

Por Ángel Dorrego.- Este 25 de noviembre del ya tristemente memorable año de 2020, el mundo escucho una noticia digna de las circunstancias: Diego Armando Maradona, máximo ídolo futbolístico de la Argentina y allende, fallecía a los 60 años de edad. El mundo del balompié se puso de luto y rememoró la destreza y genio del que mucho creemos ha sido el máximo exponente del deporte favorito de nuestra especie. Pero no sólo fue eso. Ha habido muchos atletas admirados por proezas en sus respectivas disciplinas, lo que los vuelve dignos de respeto y reconocimiento. Maradona se convirtió en un ídolo, o sea, objeto de adoración por parte de sus seguidores, muchas veces más allá de sí mismo. Porque era un hombre sencillo con muchas falencias, alguien con las mismas taras de la Latinoamérica pobre. Que uno de millones llegue tan lejos lo pone en un plano diferente con respecto a la admiración.

Diego nació humilde, muy humilde. Escucharía desde la infancia el mote racista/clasista de “negro villero”, por ser más moreno que los criollos argentinos y vivir en condiciones míseras. Su futuro probablemente fuese en trabajos de poca paga. Sin embargo, el romance con la esférica lo tuvo desde temprano: un niño con absoluto dominio del balón, capaz de generar jugadas de gol y resolverlas por sí solo. Rápidamente adquirió fama y se volvió una estrella. Luego fracasó sonoramente al quedar corto con las expectativas que el mundo tenía de él. Y luego, en las condiciones más adversas, hizo algo tan genial que antes de que sucediera no parecía posible. Ese ciclo se repitió varias veces a lo largo de su carrera. Esto lo llevo a jugar e identificarse más con instituciones como Boca Juniors o el Napoli que con grandes clubes europeos. Escuadras que se encuentran cerca del sentimiento de un pueblo que quiere ver victorias en la cancha ante la injusticia de la vida. Y ahí, el más genial de los plebeyos, plantándole cara a los más arrogantes como David a Goliat.

¿Qué tenía de especial este bajito sudamericano? Dicen los argentinos que ellos generan dos tipos de jugadores: guerreros o genios. Y que cuando las dos cosas se juntan, se llaman Maradona. Por el lado del genio, la potencialidad ofensiva que Diego le aportaba a un equipo era impresionante. Tener en la cancha a un atacante con altísima técnica individual, inteligente, previsor y astuto en las jugadas; y con el arma infalible de que, si se perfilaba con mínimo espacio (que muchas veces él mismo creaba) en dirección a meta, detener sus alucinantes dribles y contener sus increíbles cambios de velocidad requerirían de más de un defensivo. O varios. O todos. Y luego vendría la parte del guerrero. Parecía que la derrota lo regresaba a la humillación de ser pobre y excluido mientras los favorecidos exhiben su opulencia. Por eso cargaba a su equipo en la adversidad, pedía la pelota, movía los hilos. Luchaba con la desesperación del orgullo que se niega a ser sobajado. Y ante la derrota final lloraba como niño desilusionado.

También dicen los argentinos que el futbol es un deporte que no se mide en estadísticas, ya que no dicen gran cosa, en cambio, la narrativa permite dimensionar el significado de una jugada para el espectador. Y es en la narrativa donde Maradona nos regaló sus primeras destrezas en mundiales juveniles, regateó lo que quiso en La Bombonera, puso a una isla italiana en el mapa futbolístico e ilusionó a millones de jóvenes con el guante blanco de su pierna izquierda; y cómo olvidar los minutos que definieron su paso de genio a ídolo: el partido contra Inglaterra en los cuartos de final de México 86 en los que primero metió un gol con la mano para vencer por aire a Shilton. Maradona dijo que se sentía feliz de haberle robado la cartera a los ingleses, quienes poco tiempo antes habían humillado por completo a Argentina en la guerra de Las Malvinas. Los orgullosos herederos del imperio no salían de su estupefacción cuando sólo pudieron ser testigos de cómo “El Pelusa” avanzó como vendaval desde el medio campo desperdigando británicos que caían al piso con los pies en dirección opuesta a la cadera. Anotó, derrotándolos solo a todos, como han admitido varios miembros del equipo argentino. Y la población de Argentina se volvió a sentir orgullosa de su nacionalidad al ver el portento.

Mucho se ha debatido en el futbol por determinar quién ha sido el mejor jugador de la historia, con discusión permanente entre Pelé y Maradona, más el que sea el fenómeno del momento. Bajo el esquema de infinitos análisis, me parece que la percepción de que “El Barrilete Cósmico” viene del hecho de que tuvo muchas más oportunidades de demostrarlo. La mayoría de los grandes jugadores escriben su historia en grandes clubes rodeados de jugadores de primera línea. O sea, tienen oportunidad de lucir su talento, pero no de hacer la clara diferencia: así fue con Pelé. Por su parte, Maradó hizo que un Napoli humilde, primero viera de frente a los grandes de Italia, para después competir a niveles europeos. Y vio a una selección argentina de futbol ser campeona del mundo con una plantilla inferior a por lo menos cinco competidores, con la diferencia de que ellos no tuvieron a Diego para hacer la diferencia cuando el equipo estaba apretado y luchando con gallardía, poniendo esa dosis de talento que rompe defensas y partidos enteros. El mejoramiento de la ofensiva de un equipo con la adición de Maradona fue más que tangible.

Luego viene el Maradona post futbol para gusto de aquellos que no quieren separar la humanidad de un artista de su obra. Vimos momentos decadentes de un tipo corto de educación y rodeado de las presiones de la fama. Sangre fresca para tabloides faranduleros. Además, estuvo la polémica de sus filiaciones políticas. Me importan tanto como los cobros de tiro libre de Margaret Thatcher. El astro argentino pasó de la admiración a la idolatría, y con ello que se le pusiera atención en asuntos que estaban lejos de su ingenio para generar jugadas, su increíble habilidad y temible precisión. Fue el ídolo de millones porque involuntariamente los representó como el débil que logra doblegar a los poderosos gracias a chispazos de genialidad. Porque fue derrotado y regresó. Porque tuvo que vencer a sus orígenes, sus demonios y malas decisiones. Porque era humano, pero dio las únicas muestras de divinidad en el balompié. Por eso lo hicieron D10S. Por eso es un ídolo.

Maradona

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.

Twitter: @AngelDorrego

Correo para el público: adorregor@gmail.com

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