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Que no haya pillaje en las tropas de la 4T/ Ángel Dorrego

Que no haya pillaje en las tropas de la 4T/ Ángel Dorrego

El presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, tuvo un largo peregrinaje para lograr asumir el máximo cargo del poder ejecutivo federal. Soportó dos derrotas electorales en su camino hacia Palacio Nacional. En la primera llamó a sus partidarios a bloquear el Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, cosa que hicieron por meses. Después de la segunda logró juntar a las fuerzas políticas afines con un nutrido grupo de ciudadanos para formar su propio partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), mermando de forma importante al que lo lanzó dos veces a la presidencia, el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Morena ganó la elección de 2018 de forma clara y contundente, ya que López Obrador obtuvo más de la mitad de los sufragios, los famosos 30 millones que los políticos del novel instituto echan en cara ante cualquier cuestionamiento a la legitimidad de sus acciones. La principal bandera de López Obrador y su partido ha sido la lucha en contra de la corrupción, propuesta sumamente atractiva si consideramos que ésa es la característica principal que ha distinguido a la clase política mexicana, y que en el sexenio anterior se volvió muy evidente debido a las medidas de rendición de cuentas que costó años implementar y al aparente cinismo de los actores políticos involucrados. Por eso acabar con el abuso del poder y el desvío de recursos públicos se convirtió en uno de los motores de la victoria de la auto denominada cuarta transformación (4T).

Sin embargo, una vez iniciado el ejercicio de gobierno correspondiente a este sexenio, se han encontrado recurrentemente casos que caen precisamente en las categorías de los vicios con los que se busca acabar, como el caso de la legislatura de Baja California, donde el congreso local aprobó una extensión de mandato del candidato ya electo atribuyéndose funciones paraconstitucionales y traicionando cualquier espíritu de competencia democrática. O el caso del delgado federal en Jalisco que ha renunciado y se encuentra bajo investigación por darle contratos a empresas en las que tiene participación, pero que según él no trabaja ahí. O el senador por Tabasco que goza de viáticos exorbitantes y está por rentar un teatro de prestigio para informar de sus actividades legislativas. O que no parece que Morena vaya a regresar la mitad de sus prerrogativas electorales como prometió, ya que hasta ahora no han devuelto nada. Y podemos encontrar una importante cantidad de botones para dar y repartir en los gobiernos estatales y municipales, así como en los congresos de los estados.

Me permito hacer un paralelismo con el comportamiento que suelen tener las tropas en los levantamientos armados populares, de las cuales quiero destacar dos características: primero, tienden a sentir que, al estar del lado de la causa justa, sus acciones son completamente disculpables siempre que ayuden al bien de la causa, sin importar que repitan los patrones de las personas contra las que luchan. Segundo, que esperan que el riesgo y el trabajo que han puesto a favor de su causa sea recompensado dejándoles tomar para sí mismos algo de los botines capturados. O sea, hacer pillaje. En los ejércitos regulares y pagados también existe este fenómeno, con la diferencia de que quien lo hace sabe de antemano que está cometiendo un acto ilegal y prohibido. Los ejércitos de levantamientos populares rara vez tienen una financiación suficiente para sus campañas, por lo que muchas veces nutren a sus tropas de los recursos que logren arrebatar de los objetivos de sus ataques. Esto no tarda mucho en convertirse en pillaje, que pasa de necesidad a actividad recurrente, pero en los peores casos termina por ser el motivo mismo de la lucha para algunos de sus participantes. Para los líderes de dichos ejércitos es muy complicado controlar esa situación ante un cuerpo sin disciplina interna. Y puede pasarle incluso a movimientos con las causas más justas y nobles, como los levantamientos de esclavos durante el Imperio Romano, los partícipes de la Revolución Francesa o la misma “bola” de la Revolución Mexicana. Es un fenómeno tan recurrente y nefasto como la guerra misma, que parece inherente a nuestra especie.

Hay una tercera característica a destacar: suelen creer que han obtenido la victoria en el momento en que su líder o abanderado accede al poder. Lo ven como el triunfo de la causa, no como el inicio del cambio. Así se han ahogado muchos movimientos, que al llegar al ejercicio del gobierno conceden el favor de la corrupción a una nueva élite. La 4T todavía no existe. Es deber de sus operadores llevarla a buen puerto, pues apenas están comenzando con muchos tropiezos a implementarla. Sería triste, por decir lo menos, que perdieran su impulso porque su tropa se empiece a premiar por todo lo invertido en el movimiento. Porque empiecen a creer que estar del lado de los buenos justifica acciones ilegales o ilegítimas. Porque crean que las causas son más importantes que las personas y las leyes. Porque su visión maniquea termine por quitarles el título de héroes para convertirse en los villanos que decían combatir. Porque es muy temprano para abrir las puertas a un fenómeno que, si no se erradica de raíz, puede sepultar hasta los mejores movimientos.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

Foto agencias López Dóriga Nación 321