Opinión

Un gobierno distraído: Ángel Dorrego

 

Un gobierno distraído

En últimas fechas ha surgido un debate soterrado, pero constante, acerca de la posición del gobierno federal, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, acerca del orden de prioridades que se le está dando a la agenda pública con respecto a los problemas que aquejan en este momento a nuestra nación. Mientras que la administración federal está centrada en temas como el combate a la corrupción, las obras emblema del gobierno y la defensa ante los ataques de sus detractores, estos le reclaman de forma permanente por temas como la pandemia de Covid-19 y la recuperación de la actividad económica. Y acusan que el gobierno lanza distractores para no enfrentar ante la opinión pública los problemas más urgentes. En mi punto de vista, el gobierno no está arrojando distractores: simple y sencillamente está distraído en otras cosas que consideran más trascendentales en su agenda.
En México, no es extraño suponer que un político está tratando de lanzar distractores, ya que ha sido una práctica común en todo el periodo presidencialista de nuestra historia. Si un gobierno se enfrentaba a un problema que lo estaba rebasando ante el público, solían cambiar la conversación hacia un tema donde las cosas les fueran más favorables o, en casos más desesperados, lanzaban una bomba mediática con el fin de que la atención se volcará ante el nuevo fenómeno. Sin embargo, no existen reportes fehacientes y comprobables de cómo sucedía esto, pero con el tiempo fue aumentando la suspicacia acerca de la cobertura gubernamental y mediática con respecto a temas que parecen inocuos y que burdamente se colaban al debate público. Por ejemplo, el presidente Gustavo Díaz Ordaz enfocado en los Juegos Olímpicos de 1968 cuando tenía un movimiento estudiantil protestando por los excesos de la represión gubernamental; Luis Echeverría hablando de reivindicaciones para el tercer mundo cuando se consumaba la matanza del jueves de corpus de 1971 o; en casos más extremos y ridículos, al de los gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo poniendo en la agenda pública al “chupacabras” para evitar ser presionados por las consecuencias de los distintos eventos del fatídico 1994. Si bien ninguno de estos casos es comprobable, hay que tomar en cuenta que se quedaron incrustados en el imaginario popular como actos de distracción.
Pero para analizar los actos de distracción, hay que hacer una breve reflexión de cuáles son los problemas más urgentes y trascendentes por los que pasa nuestro país en este momento. A mi parecer, son tres los temas que, de no resolverse, no dejarán avanzar ningún esfuerzo de progreso de nuestra nación hasta que se les haya, por lo menos, disminuido significativamente: el control de la pandemia, la reactivación económica y el lastre de la inseguridad. El Premio Nobel de Economía Paul Krugman declaró hace poco que no era posible pensar en temas económicos hasta que se logré revertir la epidemia global de Covid-19. Primero nos aseguramos de que la gente no muera por salir a la calle, y después reconstruimos las economías sobre las bases que quedaron antes de la caída. Coincidiendo con él, podemos decir que lo primero es tener el avance de la enfermedad controlada para reactivar las fuentes productivas que permitan que los ciudadanos generen ingresos que les permitan integrarse y reactivar el ciclo económico. Y atendiendo al caso de nuestro país en particular, este ciclo económico no puede ser exitoso si la gente que logra hacer actividades productivas se ve obligada a pagar extorsiones para operar o si lo ganado se verá perdido en un robo o un secuestro. Temas difíciles, pero que no permitirán que algo positivo suceda mientras mantengan irresueltos.
Mientras tanto, el gobierno no ha podido sacudirse la idea de que la pandemia podría detener los pasos de la cuarta transformación al distraer los recursos disponibles para el desarrollo de obras y programas emblema en atender una emergencia del tipo sanitario-ecológica sumado a las consecuencias que ésta ha tenido en las actividades económicas del país. Así que se han asegurado de que los recursos disponibles para el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, así como al rescate de Petróleos Mexicanos (Pemex); sean prioritarios y no se vean mermados en la compra de pruebas y equipo médico. Además, el presidente dedica mucho de su tiempo de audiencia pública hacia los ciudadanos en el tema del combate a la corrupción, el cual ha tenido dos vertientes últimamente. La primera es el caso del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, quien se encuentra bajo el régimen de criterio de oportunidad, el cual le permite disminuir las penas de los delitos que se le imputan a cambio de cooperación para someter a proceso a otros involucrados en la presunta trama de corrupción. Pero hasta el momento la presentación de pruebas y acusación de personajes públicos tiene poca lógica jurídica, a la vez que es sospechosamente congruente con el calendario electoral del próximo año. La segunda es el juicio a los expresidentes por presuntos actos de corrupción, y aunque si la actual administración encontrara irregularidades está obligada por ley a presentarlas formalmente, el presidente prefiere instigar a consultas para que esto suceda.
Si cruzamos ambos esquemas de prioridades, nos daremos cuenta de que el gobierno de la república tiene su tiempo, atención y recursos destinados a sus propios asuntos, no a los de una agenda pública que desdeñan por considerarla opositora. De entrada, el gobierno suele referirse muy poco al tema de la pandemia, ya que para eso comisionó al subsecretario Hugo López-Gatell, que parece más preocupado por defender las falencias de su gestión que en reducir efectivamente la propagación de la enfermedad, aunque insista con gráficos estadísticos cambiantes que esto ya sucedió. En la economía, el presidente ha optado por la versión más salvaje del capitalismo neoliberal al dejar que las fuentes de las actividades económicas se queden sin la intervención del gobierno como lo hubiera aconsejado Adam Smith, a quien ya citó en su informe de gobierno. Probablemente crea que los empresarios de todos tamaños tienen su capital en efectivo y no lo quieren gastar en sostener sus inversiones. Habría que leer de nuevo El Capital de Marx, ícono de la izquierda política y máximo exponente del llamado socialismo científico, para entender que las cosas no funcionan así. Por último, el presidente parece más abocado a preparar condiciones para las próximas elecciones, entre exhibición de actos de corrupción de gobiernos anteriores y el incesante levantamiento de padrones que indican dónde está la gente más vulnerable y que, por lo tanto, es la más susceptible de cooptación electoral a través de programas públicos.
A mí también me gustaría decir que el gobierno está buscando distractores, pues esto querría decir que existe un esfuerzo tras bambalinas por superar problemas que nos están rebasando. Pero las evidencias indican que el gobierno no quiere distraernos de estas temáticas, sino que auténticamente se encuentran enfocados en prioridades diferentes, aunque no lo admitan públicamente. Si seguimos así, podremos contar en número de fallecidos el costo de un tren.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.

Twitter: @AngelDorrego

Correo para el público: adorregor@gmail.com

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